Es una técnica redescubierta en la década de los 70 y que hoy comprende el uso de una máquina que arroja un refrigerante (habitualmente Nitrógeno líquido) en spray directamente sobre la piel o al congelamiento de la piel, por contacto directo con un instrumento que congela. El congelamiento puede ser realizado con diferentes criógenos, pero se prefiere el Nitrógeno líquido pues, por la baja temperatura que posee, puede llegar a destruir incluso células cancerosas. La recuperación generalmente ocurre con cicatrización mínima la mayoría de las veces.
Este procedimiento se puede utilizar en el tratamiento de lesiones cancerosas y precancerosas, en algunas patologias tumorales benignas (verrugas, queratosis seborreicas, acrocordon, etc.), algunas variedades de cicatrices y en algunas enfermedades inflamatorias (acné y rosácea). Aunque aparenta ser un procedimiento muy simple, es fundamental el reconocimiento de la lesión a la cual se va a aplicar el recurso así como la técnica de aplicación según la situación.